6 abril, 2017

La historia del molino de café (Parte 1)

Si te gusta el café seguramente hayas escuchado hablar, una y otra vez,  sobre las maravillas que hacen los molinos de café cuando se trata de preparar esta bebida.

La calidad del polvo resultante tras la molienda es clave para preparar una buena taza de café. Un molino se encarga de la heterogeneidad y el grosor del polvo, un papel determinante que influirá tanto en el sabor, como en el aroma o los nutrientes del café que tomemos.

Otro de los factores que influyen a la hora de preparar el café con molino es que los nutrientes se conservan mucho mejor si preparamos café recién molido. Porque, del mismo modo que el zumo de frutas se oxida con el paso del tiempo y pierde propiedades, con el café sucede lo mismo.

Ya en Europa y Turquía comenzaron a utilizar molinos de café en el siglo XVII. Al principio de forma artesanal y con morteros, los habitantes de esa época se dieron cuenta de que usando un molino la calidad del café estaba a un nivel muy superior.

En la actualidad los molinos de café se han extendido hasta convertirse en una herramienta más en nuestra cocina. No importa si vamos a una cafetería o a casa de un amigo, es muy probable que si son consumidores de café tengan un molinillo en casa.

Los molinos de café pueden ser automáticos o manuales, sin que esto influya en su calidad. Sin embargo, si vamos a comprar un molino conviene tener en cuenta sistemas como la trituración con cuchillas o muelas, ya que la diferencia de precio entre un sistema y otro es bastante grande.

El molino de muelas es el más caro, con precios que parten de los 50€. Este sistema es el más apreciado para preparar un buen café y suele fabricarse en metal o cerámica, siendo esta última la más apreciada porque no altera el aroma o el sabor aunque se caliente mucho.

Los molinos de cuchillas son la alternativa más barata y podemos encontrarlos desde los 15€. Pueden moler el café de forma bastante decente pero la homogeneidad de los granos no llega a ser la misma.