La tradición nos dice que el café caliente y recién hecho es el mejor, pero lo que comenzó como una moda en Estados Unidos está llegando al resto de países: Ahora los expertos defienden que el café, cuando es bueno de verdad, también se puede disfrutar frío.
Es cierto que el café caliente es especial porque características como el aroma se aprecian con mayor facilidad, pero la verdad es que ya hay tantas variedades de café frío que es mucho más fácil que te sorprendan con una receta helada que con una nueva variedad de café tradicional.
El cold brew, como le llaman en Norteamérica, es una nueva forma de servir el café especialmente frío pero manteniendo unas condiciones muy concretas. La clave de este sistema es que mientras el agua está muy fría el tiempo para la extracción será mayor, lo que hace que los compuestos que producen el sabor o el aroma se conserven mucho mejor.
Podemos decir pues que el cold brew es un tipo de café concentrado cuyo método de preparación es perfecto para diluirlo en leche, agua u otro tipo de líquidos ya que su sabor mantiene mejor sus atributos.
Al final, este tipo de café no deja de ser una forma diferente de crear una experiencia para los consumidores que se salga de la norma y contraste un poco con la imagen fundamentalista y estancada de un sector que lleva siglos triunfando sin arriesgar.
Lo importante no es si es mejor tomar café frío o caliente, lo que marca la diferencia es el método de preparación en cualquiera de los dos casos. Y es que, podemos tomar café caliente que sea terrible o nos pueden servir un café helado que nos haga volar a los campos de cultivo colombianos por su intensidad.