No importa el momento del día en el que estemos: si huele a café, el mundo se detiene durante unas milésimas de segundo, eso es así. El aroma del café tiene el don de teletransportarnos a lugares mejores y de despertar cálidos recuerdos en nuestra memoria, ¿pero sabes por qué ocurre esto?
Resulta que a nuestro cerebro le gusta tanto o más que a nosotros, ¡te lo contamos!
La mayoría de nosotros detectamos el olor a café, pero poco más, aunque lo cierto es que existen multitud de matices en el aroma del café que pueden distinguirse con un poco de práctica.
Algunos de ellos son estos, aunque seguro que si le pones un poco de empeño sacas alguno más:
En función de las notas que predominen en el olor a café, nuestro cerebro, caprichoso él, reaccionará de una u otra manera. Porque sí, el cerebro tiene olfato para las cosas que le interesan, ¡y el café es una de ellas!
Seguro que alguna vez has pronunciado la expresión “huele que alimenta”, pero… ¿sabías que el olor a café sí que alimenta a nuestro cerebro? Así es, algunos estudios científicos han demostrado que el simple hecho de oler a café es capaz de despertar los sentidos de determinados individuos. No les hace falta ni introducir la cafeína en sus cuerpos, ¡solo con oler el café recién hecho sus neuronas comienzan a hacer sinapsis a la velocidad del rayo!
Por eso determinadas franquicias de cafetería utilizan ambientadores de café para estimularnos y hacer que consumamos. O por eso los estudiantes consumen tanto esta bebida milenaria: no solo les mantiene despiertos, además el olor a café agiliza los procesos cognitivos, algo importantísimo cuando toca memorizar y aprender nuevos conceptos en un periodo de tiempo muy limitado.
El aroma del café provoca sensaciones en nuestro cuerpo que en la mayoría de las ocasiones no somos capaces de explicar.
Sabemos que la cafeína es capaz de mantener activo a nuestro cuerpo hasta seis horas después de tomarla bloqueando nuestros receptores de adenosina, los que nos dicen que estamos cansados y tenemos sueño. Eso es pura química. Sin embargo, lo del aroma del café… eso es pura magia.
Es curioso cómo, aunque el olor a café es mínimo durante la recolección del grano verde, al llegar hasta nosotros la cosa cambia tanto. El tueste de dicho grano libera lo que conocemos como el aroma del café, cerca de 900 componentes volátiles que, unidos, provocan en nuestro cerebro una auténtica orgía sensorial.
Aún así, el olor del grano de café sigue siendo algo duro, nada que ver con el olor del café aterciopelado cuando este está recién molido. Es ahí cuando los matices del tueste salen a la luz y cuando mejor se perciben al tomarlo infusionado.
De ahí que, si lo tomas fuera de casa, hacerlo en una cafetera vending que muela el café en el acto marque una diferencia impagable. ¡Si puedes, elige siempre una máquina de calidad para tu momento más especial del día!