Una de las partes favoritas de las personas a las que les gusta el café con leche es saborear la crema (o la espuma), una parte del café que se ha hecho tan relevante que se utiliza para creaciones artísticas, incluso hay cafeterías que ponen su sello de identidad sobre la crema con canela.
Para entender la importancia de la leche primero tenemos que entender por qué se transforma y por qué es imprescindible para preparar variedades de café como el cappuccino.
La crema de leche no deja de ser espuma con una consistencia mayor, que no se desmorona fácilmente y que, al ser el primer contacto con la bebida, puede arruinar la experiencia de un buen café si no está bien hecha.
¿Sabías que la crema se consigue mejor con leche fría? El aire a baja temperatura es más soluble y crea más burbujas, pero cuando vamos subiendo la temperatura surge la magia (o más bien la ciencia) y la entropía permite que las moléculas de las proteínas se muevan más rápido y formen una película estabilizadora alrededor de las burbujas que se han formado.
Otro factor muy importante a la hora de crear la crema perfecta es la grasa de la leche, que actúa como un inhibidor de la formación de la crema. Sin embargo, si la temperatura es menor a los 40 grados la grasa se convierte en algo positivo, ya que pasa a un estado más sólido y ayuda a que la crema se mantenga espesa y firme.
Nos resultará mucho más fácil conseguir una buena crema con leche desnatada o semi-desnatada, pero la leche entera tiene una serie de propiedades organolépticas que le dan un sabor muy especial al café. Así que tendrás que valorar si prefieres una preparación más fácil o un sabor final con más matices.
Por último, para crear una crema de leche auténtica no basta con batir la leche de forma casera, necesitamos un vaporizador de una máquina de café espresso. Es imposible conseguir la presión suficiente sin una máquina específica para esta tarea.